Envuelta en aire oscuro
volví a encontrar la casa de otros días.
Los jardines de ayer sin nuevos brotes,
las espadas del tiempo segaron sus verdores,
tiñendo, con el denso barro del tiempo,
el esplendor de sus veredas.
Pero allí hay algo que jamás se pierde
porque es parte del alma:
es el pasado dulce,
una llama escondida en el recuerdo
de encendidos fulgores inmortales.
En aquel lejano entonces, eran rosados los cielos
y las nubes no presagiaban tormentas ni chubascos.
El tiempo no tenía filos de acero
y las brisas cantaban en los campos
con tenues voces dulces de dichas cereales.
Las sombras de la noche eran hermosas
promesas de las próximas mañanas,
con esplendor de soles,
con auras perfumadas de suaves inquietudes
y recias certidumbres de esperanzas doradas.
Horizontes perdidos en el sueño
entre la niebla espesa del recuerdo,
felicidad de la inconsciente edad primera
sin ansias ni inquietudes,
sin otro amor más fuerte
que el de los padres muertos.
He vuelto a aquella casa.
Las heridas del tiempo la marcaron
con profundas cicatrices, con grietas de amargura.
Sus piedras desconchadas me dijeron
viejos poemas de los tiempos viejos
y sentí, junto a la cruel melancolía,
una paz interior envuelta en los jirones del recuerdo.
El alma no se olvida jamás de la niñez,
ni siquiera cuando las brumas malvadas de los años
envuelven nuestra mente en la inconsciencia.
(C) Fernando Álvarez Balbuena
Marea Interior
Voz: Joaquín De la Buelga
Selección musical: Juan Taboada
Realización video: María García Esperón
MMXI
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